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miércoles, 23 de abril de 2014

Enamorarse en el trabajo

No soy consumidora de noticias de corazón pero tengo un par de kioskos de camino al trabajo. Por eso leo titulares de este tipo de revistas y, para mí, algunas historias se resumen a "Pepa enamorada de Pepe: es maravilloso. Con él todo son sorpresas. No sabes qué ocurrirá al minuto siguiente", meses más tarde es "Pepa y Pepe esperan un hijo. Declaraciones de Pepa: Será un padre maravilloso, pasa horas con los juguetes que tenemos para el bebé" y, de repente, un día se anuncia "Pepa rompe con Pepe: Es un irresponsable, sólo quería estar de fiesta y no asume que es padre". Para mí era evidente que, con ese perfil fiestero e improvisador, no iba a convertirse, de la noche a la mañana, en un hogareño señor que respetara fielmente los horarios de su niño. ¿Estaba anunciado el fracaso?

Y, sorprendentemente, estos fracasos también los veo en la administración pública. Sí, sí, romances y rupturas, anunciadas. Como lo oyen.  He visto miles de veces como perfiles directivos llegaban y experimentaban el desamor con el grupo de funcionarios que les "tocaba" dirigir. He visto enamorarse de un innovador y acabar rompiendo porque reclamaba tiempo para pensar, estudiar o crear. He visto flirteos con personas trabajadoras y obedientes que han terminado porque la hormiguita no tenía iniciativa o se responsabilizaba.

Si tienes que trabajar con un equipo podría pensarse que lo ideal sería seleccionarlo a medida. Esto parece factible en la empresa privada pero tampoco es así. En la privada tienes el equipo que te puedes pagar. Y, en la administración pública, el equipo que, por méritos y capacidad, se ha conformado. Claro que, indudablemente, con los problemas propios que conlleva el sistema: rigidez, inmovilidad, ausencia de incentivos,...

Eso, en la época de bonanza, se resolvía con figuras como los asesores o con subcontrataciones que disimulaban la falta de afinidad entre estos extraños matrimonios. Pero la crisis ha llegado. Y ahora, estamos los que estamos y somos los que somos.


¿Cómo lidiar, entonces, con ese equipo "no deseado"? Enamorándose. Pero haciéndolo de una forma madura, conociendo las luces y aceptando las sombras como parte de esa potencia.

Fuente http://abrazosgratis.com

Los perfiles más innovadores no pueden convertirse en hormiguitas obedientes. Y, si lo hicieran, perderían su riqueza para el grupo. Pueden aportar ideas nuevas, cambios que mejoren u optimicen pero eso supone que también cuestionarán, exigirán tiempos de búsqueda de soluciones,... Las personas obedientes y trabajadoras lo son porque se sienten más cómodas desarrollando las directrices de las que otros se responsabilizan. Pero suelen ser diligentes con sus tareas y se cansan más tarde del trabajo tedioso o repetitivo. Las personas críticas son incómodas pero también ayudan a percatarse de problemas que el entusiasmo con una idea no deja ver. Los que están encantados con probar nuevas herramientas y adoptar nuevos modelos de gestión suelen necesitar retos constantemente para mantener la atención. Hay que aceptar y valorar cada perfil, su riqueza y lo que puede aportar al grupo. Descubrir todo lo positivo y, asumir los rasgos propios de cada trabajador como parte de su potencial.

Quizás el secreto esté en que, aunque sin ninguna duda, hay que tener proyectos y objetivos, antes de llevarlos a cabo es necesario estudiar y valorar el equipo humano que va a participar. Como dice la cita: "Con estos remos, hay que llegar a puerto". Quizás haya que revisar el puerto o seleccionar la ruta más adecuada para la tripulación. Pero siempre, valorar los remos. Son los que van a llevar el barco a su destino.