Ahora que ya ha pasado el furor de las elecciones y con los acampados del 15m todavía en las plazas creo que es hora de que aquí también hablemos de participación.
Entre los programas que estos días atrás nos han invadido, en los que nuestros políticos nos hacen propuestas (esas que a veces suenan a proposiciones indecentes) son muchos los que hablan de participación. Incluso en los partidos en los que sus directrices no apuntan en esa dirección, me consta que hay líderes locales que sí están introduciendo políticas de participación.
Nos hablan de presupuestos participativos, de consejos de participación o de gobierno abierto. La verdad es que algunas ofertas están más “cocidas” que otras que suenan a “poco hechas”, pero en cualquier caso ahí están.
Y en medio de todo esto estalla el 15m pidiendo una clase política que escuche y planteando la participación política como un derecho básico.
Todo esto afianza la sensación que tengo de que la participación es un rasgo de madurez democrática imparable ya a estas alturas.
Sin embargo, no todo es igual. Abrirse hacia la participación es tener la capacidad de generar centros de conversación, pero una conversación sincera y honesta.
Es participación:
* Las conversaciones que incluyen a todos los agentes implicados. Deben estar todos los que tengan algo que aportar, bien personalmente o en procesos muy amplios al menos sus representantes. Hablar con mis cuatro amigos con los que me va a resultar muy fácil ponerme de acuerdo es otra cosa.
* El proceso participativo puede no ser el lugar donde se deba tomar la decisión final, pero desde luego no puede servir de teatro para legitimar decisiones tomadas de antemano. Eso es manipulación.
* La participación debería llegar a convertirse en una cultura en la forma de hacer, no en un acontecimiento aislado. Ese es el objetivo.
* Las conversaciones deben ser sinceras ante todo y con las reglas del juego muy claras. Lo contrario es falta de honestidad.
* Y finalmente, cuando hablo espero que me respondan y entiendo que mis propuestas no siempre puedan ser incluidas pero me gustaría conocer los motivos. Si eso no sucede me siento engañada.
Confío en que tanto los que nos unimos pidiendo que se abran más canales para escuchar, como los que se han ofrecido a hacerlo tengan claro los puntos anteriores. Lo espero porque estoy convencida que sólo cambiando la forma en que se han hecho las cosas hasta ahora, conseguiremos resultados distintos y estamos en un momento en que necesitamos esos resultados.
Cuánto me gusta este análisis.
ResponderEliminarCuando me he encontrado en el camino a quien estaba reticente a la participación, la mayor parte de las veces era por el miedo a "Si claro, pues como tenga que hacer lo que me digan".
Basta con fijar las reglas de antemano de "venimos a escuchar" y después, ser lo suficientemente considerado para explicar qué ha salido de todo eso.
Luego está el aplomo o la habilidad para conseguir soluciones que respondan a todas o casi todas las demandas.
A parte de la importancia de que, al sentarse todos los implicados juntos, se consigue la empatía y, a veces, la simpatía entre posturas relativamente opuestas. Esto fomenta que, entre ellos mismos lleguen a términos medios que satisfagan a todos y faciliten la labor a quien toma la decisión.
En definitiva, a parte de que la administración deliberativa necesita que haya cierta cultura de participación y el esfuerzo de ir implantando estas nuevas formas de trabajo, son todo ventajas.