Acaba de ser nombrada la comisión de expertos que estudiará
la reforma del sistema universitario.
Con el plazo que tienen
para presentar su propuesta, podemos imaginar que recogerán lo ya trabajado en
este tema que es mucho y lo adaptarán a una situación cada vez más difícil y
con unos prerrequisitos que no conocemos, pero que se van avanzado con esos
globos sonda como el número mínimo de alumnos por titulación.
Pero creo que antes de pensar en qué tipo de reforma necesitan nuestras
universidades debería reconocerse el valor que aporta embarcarse en un
proceso de reflexión sobre su calidad y la de su sistema de gobernanza. Ya nos
gustaría que el gobierno abriera el mismo proceso de reflexión sobre la calidad
de sus gestores/gobernantes y propusiera soluciones que garantizaran que se
revierten en la sociedad las acciones de gobierno o que las personas que ocupan
los puestos de responsabilidad realmente son las mejores preparados para ello.
Los documentos que se publicaron en su momento me
parecen de una honestidad modélica y que dibujan un diagnóstico del sistema
universitario con el que es difícil no coincidir. Quizá sea más fácil
discrepar en las propuestas de solución.
Puede que la universidad necesite una
reforma estructural, pero mucho me temo que también esta vez, al igual que con
el resto de las AAPP, veremos una reforma que se limita a encoger, a dejar más
pequeñas unas organizaciones con los mismos vicios, desajustes e ineficiencias.
En las universidades además, hay otro gran peligro y es la
adaptación del modelo universitario para que encaje en los rankings
internacionales. Ese objetivo que podría ser muy loable, es tremendamente
peligroso. Una organización debe primero definir su finalidad y luego diseñar las
medidas para ver si se acerca a sus objetivos. Cuando el proceso es el
contrario, cuando el objetivo es cumplir unas medidas definidas por otros, se
pervierte el sistema, se diluye la razón de ser y los resultados a medio plazo
no pueden ser buenos.
A propósito de todo esto circula por la red un manifiesto donde queda patente que los problemas de la
universidad española lo son de la europea también.
Si no queremos caer en la reducción o en la simplificación
de un problema que es muy complicado, la reforma universitaria no debería
plantearse sólo en términos de eficacia sino en términos de innovación social.
Daniel Innerarity lo explica bien en “la democracia del conocimiento”:
“las innovaciones sociales son nuevos caminos para alcanzar objetivos,
especialmente nuevas formas de organización, nuevas regulaciones, nuevos
estilos de vida, que modifican la dirección del cambio social, solucionan los
problemas mejor que las prácticas anteriores. […]
¿Y si la verdadera innovación consistiera menos en la invención de
soluciones para problemas ya existentes que en el descubrimiento de problemas
nuevos, hasta ahora inadvertidos o reprimidos? En una sociedad bien construida,
las soluciones de eficacia no pueden resolver completamente los problemas de
legitimación.”
Cuando se busca solamente la eficacia, se está buscando una mejor
solución a la misma pregunta. Cuando se plantea en términos de innovación
social, no se trata sólo de la búsqueda de soluciones para problemas ya
conocidos sino que se va más allá buscando el descubrimiento de problemas hasta
ahora inadvertidos o reprimidos.
La universidad de la sociedad del conocimiento no puede regirse bajo
los mismos patrones que la del sigo XV. El problema no es tanto la mejor o peor
gestión como que su papel debe ser revisado al tiempo que abre un proceso de transformación
de la mano de la sociedad en la que se enmarca.
Reimaginemos la universidad, a tiempo estamos.
No sé si tengo esperanzas en que la reforma universitaria vaya más allá de aumentar el ratio de alumnos, la carga docente y adelgazar la administración que la sostiene.
ResponderEliminarCreo que estamos dejando pasar el tren que esta crisis nos trae: el de revisar desde todos los ángulos todos nuestros organismos para mejorarlos. Dar un mejor y, quizás, mayor servicio con el mismo coste o, posiblemente, menor.
Es la historia recurrente de la cabeza de familia que ve reducidos los ingresos que comentabas en http://administraciondeliberativa.blogspot.com.es/2011/07/entre-alberges-y-subcontrataciones.html . No hace que su familia coma menos, apague una hora antes la luz o pase más frío. Si no que, revisa la lista de la compra para ver qué se puede comprar más económico o que supone un alto coste/beneficio, optimiza las sobras, propone medidas como tener la tele encendida sólo si alguien la ve, desayunar todos a la vez para reducir el gasto de luz en la cocina, etc...
Pero sigo teniendo la impresión que las medidas que se están tomando son diseñadas con muchas prisas y sin permitir que el conocimiento de los respectivos "cabezas de familia" permita aportar qué se puede hacer para mejorar. Porque ahorrar también es comprar más harina para hacer croquetas. Por ejemplo, invertir en I+D es comprar harina.
¿Estaremos a tiempo de crear una cultura de revisar para mejorar?
Excelente información! opino que la reforma universitaria debe ser explorado desde la perspectiva correcta en términos de innovación Social, porque las universidades se deben ajustar a la temporalidad en que estamos viviendo. Hacer lo contrario sería perder recursos valiosos. Gracias por su valioso aporte.
ResponderEliminarMercedes,
ResponderEliminaren el tiempo que ha pasado desde que se publicó esta entrada han cambiado muchas cosas muy rápidamente y no han sido cambios a mejor.
Creo que realmente la adaptación de la Universidad al tiempo que nos toca se va a producir porque ya no se habla de mayor eficiencia sino que en muchos casos se está hablando en términos de supervivencia.
Confiemos en que esos cambios desemboquen en un sistema universitario más sólido y con capacidad de repensarse a sí mismo.
Gracias por comentar.